25/6/11

Contar: nuestra primera operación

Existe una gran cantidad de comprobaciones experimentales acerca de la capacidad de algunos animales de distinguir cuando de un conjunto de elementos se sustrae alguno de ellos. El más conocido es el de las aves que reconocen la falta de algún/os huevo/s del nido, tras lo cual la hembra abandona el mismo, u otros experimentos con montoncitos de granos. Así se ha hecho con ruiseñores, jilgueros, cuervos, palomas, urracas, ardillas, ratas, etc. Estos animales distinguen por lo general hasta el número tres, y en algunos casos como cuervos y palomas hasta el número cuatro. Esta facultad de reconocer cambios en pequeñas colecciones de objetos se la llama en la literatura respectiva sentido del número.

No vaya a creerse que nosotros, desprovistos de la facultad de contar, es decir sólo con un golpe de vista llegaríamos mucho más lejos, es seguro que así podemos distinguir si en una pila hay cuatro o cinco platos pero no si hay catorce o quince, o si la contraseña cifrada que escribimos en nuestra computadora tiene la cantidad correcta de caracteres (ocho) o la hemos sobrepasado. En este caso juega adicionalmente en contra el hecho que los caracteres son iguales. En otros términos, también el hombre posee sentido del número. Además aprendió a contar.

En 1937 fue descubierto durante excavaciones en Dolni Vestonice, ex-Checoslovaquia un hueso de lobo con cincuenta y cinco muescas, separadas de cinco en cinco. Más aún los primeros cinco grupos están separados por una marca del resto. Algo así como un recuento de base cinco rudimentario, ya que el segundo conjunto de cinco grupos no fue separado. La datación correspondiente es de 30000 años.
También se encontró en África central (Ishango) un hueso con muescas datado hace 10000 años, con muescas de acuerdo con el esquema:
Lado 1:   7 5-5 10 8-4 6-3
Lado 2:   9 19 21 11
            19 17 13 11

Pareciera ser que del lado 1 se muestran algunos números que pueden dividirse entre dos y otros que no, y del lado 2 se muestran casi todos los que no pueden ser divididos hasta el número veintiuno que debía ser uno de los mayores alcanzables en esa época. Esto puede indicar algún tipo de reglas para el reparto de objetos mediante un concepto práctico de la división. Se ha supuesto (Bernal). Historia social de la ciencia T I, p. 78) un conocimiento de la multiplicación por dos y de los números primos. Si bien la probabilidad de elegir por azar seis números primos entre ocho números elegidos entre nueve y veintiuno inclusive, como en el lado 2, es muy pequeña (alrededor del 1%) lo que favorece la tesis expuesta por Bernal, la situación cambia si consideramos que se trató de mostrar números donde el reparto entre dos no era justo, en efecto sólo falta el número quince. Por otra parte los números son primos respecto a nuestra base decimal, que si bien es la que mayormente se ha encontrado entre los pueblos más antiguos, no es la única, y en este caso no existen indicios de base alguna porque los números son amontonamientos de muescas separados por espacios vacíos. Por ejemplo en el caso del hueso hallado en Checoslovaquia se notaba un rudimento de uso de una base cinco por la forma en que se agrupaban las muescas.

El hallazgo de huesos con muescas es frecuente en el período llamado auriñacense (hace de 35000 a 20000 años) sobre todo en la Europa Occidental, muy probablemente contabilidad elemental. Si bien no se puede hablar de número es evidente la asignación de una muesca a cada uno de elementos cuya naturaleza ignoramos. Algo así como el inicio del camino que llevaría al concepto de número cardinal. En efecto estas muescas podrían representar piezas cazadas, cantidades de herramientas, de adornos, de provisiones, etc. según la ocupación de quien las produjo pero que seguramente no tenía noción de número alguno sino que los objetos considerados estaban en correspondencia con las muescas, del mismo modo que cuando un cristiano reza el rosario no se distrae en llevar la cuenta de lo que va rezando, sino que con cada oración corre una cuenta del mismo sabiendo que a cada cuenta gruesa le corresponde un Padrenuestro, y a las cuentas pequeñas un Ave María o un Gloria si es la última de un tramo. Como a cada muesca le corresponde un objeto y viceversa, a esta relación se la llama correspondencia biunívoca. Es dudoso que el hombre del paleolítico tuviera noción de la última parte, es decir de que también a cada muesca se le podía asignar un objeto, como se verá al analizar el lenguaje de los pueblos antiguos contemporáneos.

En cuanto al número considerado en sucesión en el acto de contar, el número ordinal, es posible que tenga raíces aún más antiguas, dado que es un hecho que el cuerpo fue el instrumento de los primeros recuentos: nuestro sistema de base 10 deriva de contar con los dedos de ambas manos, pero han existido otros de base 5 cuyo origen fueron los recuentos con una sola mano, etc.

En la Universidad de Stanford se produjo un informe sobre la distribución de las bases de 387 sistemas de numeración de tribus originarias norteamericanas que arrojó los siguientes resultados:
146  tienen base 10
106  base 5, y combinada de 5 y 10
  81  base 2
  35  base 20, y combinada de 5 y 20
  15  base 4
    3  base 3
    1  base 8

Extraído del libro La ciencia y sus alrededores de Fermín Jorge Alfonso