6/9/11

Encuestas y estadísticas II

Un caso típico que ejemplifica a los errores de tipo I y II es el que resulta del control de calidad. Cuando el comprador controla la mercadería que recibe, establece un número límite a admitir para el número de ítems defectuosos cuando se muestrea el lote, sobrepasado este número se rechaza todo el lote. Puede ocurrir que el límite sea superado aunque el cargamento sea en total correcto y sin embargo se rechace. Este es el riesgo del vendedor (error de tipo I) y si por el contrario el número de ítems defectuosos fuera menor al límite el cargamento será aceptado aunque en total no fuera correcto, esto constituye el riesgo del comprador (error de tipo II) y para fijar el criterio para la aceptación o el rechazo se suelen utilizar cartas de control como ayuda para que resulte uno adecuado.

Este esquema se presenta en muchas situaciones de nuestra vida social. Si consideramos que una población se puede dividir en dos grandes grupos (lo cual es un esquema simplista), uno de los cuales puede ser calificado de progresista y el otro de conservador, al discutirse cómo deberían ser las leyes a aplicar frente al delito, la parte progresista priorizará no condenar a un inocente, es decir no cometer un error de tipo I mientras que la parte conservadora la de no cometer un error de tipo II, en este caso de no condenar a un culpable.

En el caso de las encuestas para que todos estos cálculos sean correctos, las muestras deben cumplir con ciertos estándares de calidad como representar al universo a encuestar, ser elegidas aleatoriamente (muestreo probabilístico), considerar el efecto de diseño y la influencia de los rechazos a participar de la misma, además de la pertinencia de las variables a analizar por lo cual existe una tensión entre los recaudos a tomar de acuerdo a las reglas del arte y el costo y urgencias de cada estudio.

Lo que se publica en los medios de comunicación de masas en lo que respecta a encuestas, es decir que nos referimos sólo a aquellas estadísticas que resultan de contar respuestas de personas que se representan por números naturales y no a valores que provienen de otras medidas más complicadas p. ej. de la economía y que se basan en números reales, en el caso considerado hay fundamentalmente dos vertientes: en el primer caso se trata de los estudios realizados profesionalmente que debieran ser acompañados con la información de la metodología empleada, como tipo de muestreo, tamaño de la muestra y coeficiente de confianza elegido; en el segundo caso están las que realizan los propios medios, que constan de pocas preguntas, muchas veces de sólo una, que adolecen de varios problemas: uno no menor es que la muestra es voluntaria y por lo tanto no es proyectable a la población en general, además sólo representan a las personas expuestas al medio, un sesgo que a veces es malintencionado cuando la “encuesta” se refiere o toca intereses del mismo medio. Tampoco es posible determinar rechazos y mucho menos aplicar los procesos estadísticos que permiten morigerar sus efectos. Sin embargo se publican cada vez más de estas “encuestas” sobre todo en diarios y revistas y sobre cualquier tema: política, fútbol, economía, preferencias sociales y/o, faranduleras, diversos rankings, y otros más, lo que conlleva una banalización del instrumento por parte de los medios y la creencia de algunos que realizar una encuesta está al alcance de cualquiera con acceso a la prensa. Éstas carecen de todo valor.